
EL TEATRO ES UN EJERCICIO DE EMPATÍA
Conversamos con Julio Fernández, dramaturgo, director, editor y creador de EDICIONES INVASORAS, una editorial de textos teatrales que se distingue por su empeño en la visualización de la dramaturgia contemporánea.
El teatro es un ejercicio de empatía
Conversamos con Julio Fernández, dramaturgo, director, editor y creador de EDICIONES INVASORAS, una editorial de textos teatrales que se distingue por su empeño en la visualización de la dramaturgia contemporánea. En estos tiempos líquidos de mercantilización, capitalismo radical y premios Planeta, elegir la edición teatral lo sitúa en una especie de militancia en la alegría y la esperanza. Todo en Ediciones Invasoras comienza con la empatía. La de quien entiende que hay un elevado número de obras dramáticas de calidad e interés que se escriben, pero se pierden en el silencio, bien porque se representan en unos cauces no convencionales, bien porque la literatura dramática es la gran asignatura pendiente de la literatura desde hace aproximadamente un siglo. Con esa idea crea Julio Fernández Editorial Invasoras, con la de dar espacio a voces interesantes a las que, a veces, cuesta escuchar.
Comenzamos esta conversación preguntando a Julio Fernández acerca de su trayectoria, de su recorrido en el mundo del teatro que va a desembocar en el nacimiento de Ediciones Invasoras.
JULIO FERNÁNDEZ: Empecé en los años 80 con algún grupo aficionado haciendo performances. Estaba más vinculado al mundo del arte de acción que al teatro. Pero sucedió que en Barcelona me contrató una compañía. Yo pintaba y hacía esculturas y estaba en el terreno del arte plástico y me contrataron como escenógrafo. Eso incluía una gira por Cataluña. Y a partir de ahí me di cuenta de que el teatro era un universo por descubrir. De hecho, me lancé a escribir. Eso ha sido realmente lo que más me ha llamado la atención, la escritura y la puesta en escena. Aunque tardé mucho tiempo en sacar mis propios proyectos. Y la editorial surge después, a raíz de ver la dificultad de la publicación. Era, es, muy complicado hacer públicos los textos en España. Fui consciente de que prácticamente la única forma de publicar tus textos era pagando la edición. Eso me apenaba muchísimo. Y fue el motivo principal por el que puse en marcha Ediciones Invasoras, porque pensaba que otros autores y autoras estaban en la misma situación que yo. No tenían, realmente, un espacio para hacer pública su obra, salvo que ganasen un premio o que te representasen, y no siempre la representación conlleva la publicación. Era muy complicado porque la literatura dramática ha sido la gran marginada dentro de los género literarios. Era mucho más fácil publicar una novela o publicar poesía que publicar teatro.
ESMERALDA GÓMEZ: Y sigue siendo así. Aunque iniciativas como Ediciones Invasoras vienen a abrir ese campo, la literatura teatral sigue pareciendo la hermana pequeña como género literario.
JF: Y de hecho las editoriales independientes somos muy poquitas. Se nos puede contar casi con los dedos de la mano. Y seguimos siendo muy poquitas también las que apostamos por proyectos originales, proyectos de autor, que tengan voz propia. Que quieran aportar algo a este campo de la literatura y de la escena. Porque las dos cosas van vinculadas.
EG: Hablas de proyectos más personales, más de autor. Me gustaría que nos contaras cuál es el estilo propio de Ediciones Invasoras, ese sello personal que tú quieres imprimir en los libros que editas.
JF: Más que tener un estilo propio, Ediciones Invasoras tiene puertas abiertas a voces propias, que es algo distinto. Es decir, Invasoras no pretende constituirse como un proyecto que siga una línea determinada. Más bien es un proyecto heterodoxo que comprende que la propia literatura dramática se compone de muchísimos caminos por hacer, contagiados por otros géneros o por mil cuestiones de la actualidad. El teatro es el género que más se contagia de la actualidad, de lo que está pasando en el mundo. Porque también surge o se hace con la intención de cambiar esa realidad. Entonces, partiendo de ese paradigma, resultaría absurdo que Ediciones Invasoras tuviera una línea concreta. Aunque esa línea fuera vanguardista, aunque fuera la más innovadora del mundo. Lo que hay que hacer, a mi modo de ver, es abrir puertas para que haya voces originales, voces sinceras, que aporten miradas, que aporten maneras de ver el mundo a través de la literatura. Y eso es, fundamentalmente, lo que yo me he propuesto con la editorial.
EG: Te iba a preguntar cuáles eran los criterios para la selección de obras, pero tu explicación lo evidencia. Es un espacio para voces heterodoxas.
JF: No tengo una línea, sino que doy cabida. Es un proyecto muy abierto.
Evidentemente, se busca calidad. Y la calidad está también en el riesgo. La calidad y el riesgo van unidos en una serie de autores que confían en sí mismos, que confían en que lo que están haciendo tiene valor y, a su vez, creen que pueden modificar, con esa voz, el entorno. Y esa confianza es la que les permite escribir con coherencia. Y si esa coherencia existe, la calidad casi viene de forma inmediata, porque hay un trabajo detrás, hay una experiencia detrás, hay un camino detrás. Y esa experiencia no tiene que ver con la edad. Esa calidad va acompañada de apertura, de capacidad de perspectiva, de una mirada inteligente. Es decir, una mirada capaz de ponerse en muchos puntos de vista y optar por uno.
EG: Los textos de Ediciones Invasoras tienen un espíritu que casi me atrevo a denominar militante, muy social. Esa mirada inteligente, esa perspectiva vital que se plasma en un texto teatral, casi siempre va acompañada de un componente social.
JF: El asunto principal no es otro que la relación entre autor y público, autor y sociedad, autor o autora como intermediaria, como intermediario, como alguien que es capaz de relacionar un acontecimiento social con la propia realidad social intermediada, es decir, interpretada de una forma artística. De tal manera que lo que vemos a través de la literatura no es exactamente un espejo de la realidad, sino es más bien una interpretación.
Es una transformación, una metáfora, hasta cierto punto, una subjetivación de la propia realidad desde el sujeto creador para que otros sujetos puedan verla de forma diferente y se pueda desvelar, se pueda llegar al fondo de la cuestión.
EG: Me gustaría que nos hablaras de las obras corales, porque editas muchos libros que, bajo un mismo tema, recogen las voces de distintos autores y autoras. ¿Qué te interesa al unir esas voces que son, tan diferentes, a veces, entre sí mismas?
JF: Partamos de la premisa de que realizar un libro colectivo implica una dificultad para quien interviene en ese libro, porque te sometes a unas reglas de duración o temática, por ejemplo, que hacen que salgas de la comodidad en la que estás instalado habitualmente como autor o autora; las obras colectivas te obligan a escribir de una manera determinada y sobre unos temas muy concretos.
Esa dificultad estimula la creatividad. Cuando nos ponemos un reto, queremos superarlo. De las propuestas colectivas nacen ese tipo de obras en las que los autores desarrollan textos sobre temas que nunca habrían pensado que podrían escribir. ¿Cuáles son esos temas? Se proponen temas importantes dentro de esta sociedad, temas que intentan provocar una reflexión en los lectores.
No son temas cualesquiera. La decisión de los temas está comandada por la editorial, claro. No solamente soy yo, muchas veces hay un equipo de edición que los elige; en ocasiones ha estado Alberto de Casso, por ejemplo, en esa parte de editor literario.
Los temas, como digo, están muy relacionados con la sociedad en la que vivimos.
EG: Casi todos son temas sociales o políticos. Tenemos títulos tan sugerentes como Biofascismo, la última de las obras colectivas de la editorial. Pero nombraría también otros recopilatorios como Las fronteras son quimeras, que reflexiona en torno a las fronteras y la inmigración, Sen(o)fobia que habla acerca de cómo tratamos a los ancianos en esta sociedad contemporánea; La patria de los parias se acerca al mundo del trabajo a través de la exposición de la precariedad, o casi esclavitud laboral en algunos casos y Gaza, campo de exterminio lleva su mirada hacia el dolor del genocidio palestino que no cesa. Pero también hay títulos como Alegría que abordan una reflexión sobre esa emoción. Los temas que propones para los libros colectivos tienen esa sensibilidad social de la que hablábamos y también la pertinencia de una reflexión que nos acerca a cuestiones que están sucediendo ahora y una implicación con la realidad presente como forma de hacer política a través de la literatura. Una mirada crítica del presente.
JF: El hecho de que sean libros colectivos también tiene que ver con dar valor al hecho colectivo frente al individualismo y crear sensación de acogida, de grupo, de defensa común de lo que realmente nos importa; y eso solo se consigue a través de la aceptación del reto, de querer escribir alrededor de un tema que, de alguna manera, nos va a unir en un contexto determinado como es el propio libro. Eso es político en la forma y en el fondo.
EG: Es muy interesante que la propia concepción del libro nazca de lo colectivo, porque el teatro es un arte colectivo, y se entiende como tal cuando se pone en escena. Pero has hablado del equipo de edición y me gustaría que nos contaras un poco más sobre cómo funciona ese equipo, qué aporta, qué significa que también la edición se conciba de manera colectiva.
JF: Suelo tender a rodearme de compañeros y compañeras en algún momento determinado, aunque también soy consciente de que el trabajo de maquetación, de corrección, de impresión solo lo puedo asumir yo. Pero en los proyectos colectivos, me gusta compartir el trabajo con compañeros que también forman parte del equipo autores y autoras que están activos dentro de la editorial y aportan su mirada sobre los textos; por ejemplo, para este último libro colectivo, Biofascismo, le propuse una colaboración a Áurea Martínez Fresno y a Enrique Torres; y para otros se lo he propuesto a Sebastián Moreno, a Alberto de Casso… Bueno, vamos variando. Hay veces que incluso algún autor me propone algún tema y en ese caso soy yo el que acepto el reto.
EG: Quería preguntarte por el nombre de la editorial: Invasoras. Quería saber qué significado tiene para ti, qué te inspiraba, qué te sugería, hasta el punto de dar nombre a la editorial.
JF: Era una provocación. Para empezar, por la polisemia que arrastra la palabra. Ahora resulta que los inmigrantes son invasores, como lo eran los extraterrestres en la Ciencia Ficción; hay, además, muchas especies invasoras, casi más que autóctonas; y por otro lado está la acción de invadir, pero de invadir bien, invadir de sentimientos, invadir de literatura… Tiene también que ver con una idea utópica que estaba ahí desde hace mucho tiempo. Yo siempre tuve en la cabeza la idea de hacer una especie de biblioteca de libros inéditos donde se recopilaran todos los manuscritos que no fueron fueran publicados; esto lo pensaba antes de internet. Ahora es más fácil, pero esa idea de llegar a lo universal, a lo global desde lo muy pequeño ha estado ahí desde el principio y creo que, en el fondo, ese es el espíritu de la editorial. Es como una metáfora de lo que realmente es la editorial.
EG: Es muy bonito darle la vuelta al significado de invasoras y hablar de invadir con literatura y con emociones; es casi una esperanza, la idea de que las revoluciones pueden empezar por algo muy pequeñito; nos permite agarrarnos a esa utopía como forma de afrontar la vida.
JF: A veces vemos la utopía como algo negativo, pero la utopía nos la construimos todos los días a medida que seguimos viviendo en un mundo tan adverso y tan lleno de desgracias; qué mayor utopía que la de creer que todavía podemos ir a algún lado. La utopía es la esperanza de que las cosas cambien, la alegría de la celebración de lo positivo de las cosas que ocurren, de lo que es bueno y nos hace bien.
EG: Hablando de utopías, ¿qué aporta Ediciones Invasoras a la dramaturgia contemporánea?
JF: En la producción actual hay dos tendencias radicalmente distintas; por una parte, una tendencia conservadora, con preferencia por mantener la tradición literaria, la idea del teatro, entre comillas, de toda la vida; y por otra un teatro en el que se están rompiendo los géneros, en el que ya es difícil saber cuándo estamos hablando de poesía, cuándo de novela, de ensayo, de teatro o de performance. Toda la arquitectura tradicional del teatro se ha venido abajo en los sectores más contemporáneos, digamos. Y al decir contemporáneos, me refiero a los que tratan de comprender la realidad desde un punto de vista más personal. Vivimos en un mundo muy complejo en el que las distintas formas de ver la realidad han superado la forma clásica de la narración clásica con principio, medio y fin. Ediciones Invasoras no puede estar ser ajena a esa realidad, tiene que recoger esas otras formas de escritura en las que las barreras de los discursos literarios empiezan a romperse o están ya rotas. Y no solo ya en la literatura dramática, sino también en la escena; sobre todo en el mundo teatral de salas alternativas, las salas pequeñas en las que hay mucha mayor conexión con el público, mucha mayor libertad de acción. La visión teatral clásica ha desaparecido de este tipo de salas, donde se pone en escena un teatro diverso, que mira y se mira desde muchos puntos de vista; y ahí es donde tiene que intervenir la edición, recogiendo esa tendencia para trasladar ese teatro que se está haciendo más allá de la escena. Editar estos textos es una forma, también, de relatar lo que está sucediendo, de reflejar todas aquellas tendencias o maneras de ver el mundo que no son mayoritarias y están alejadas de un mundo mercantilista que valida solo aquello que tiene un público masivo o está de moda. Y que tampoco está siendo recogido desde los Dramáticos Nacionales, que no son reflejo de la dramaturgia contemporánea.
EG: Parece que el éxito teatral o literario también se diseña. Nos llama la atención aquello por lo que se apuesta económicamente a través de una mayor difusión o publicidad, pero si te das una vuelta por las salas pequeñas, se encuentra una enorme variedad teatral que pasa bastante desapercibida para el gran público y podría ser de interés para las personas amantes del teatro.
JF: Hace unos años el canon era lo postdramático. De hace unos veinte años a esta parte. Bajo esa mirada canónica han cabido textos triviales que nadie recuerda pero que se seleccionaron porque era el momento de hacerlas bajo esa perspectiva. Sin embargo han quedado fuera otras muchas propuestas, muy originales, sinceras, cercanas a los que es el teatro en sí. Porque el teatro no es una exhibición, es un acontecimiento de comunicación entre dos partes. Cuando se entiende de esa manera, como un acto plenamente comunicativo, hay que dejar a un lado lo canónico y adentrarse en esas otras miradas heterodoxas, que también son importantes.
EG: Entonces hay una distancia entre todo lo que se hace y quienes marcan ese canon. Y no hay una permeabilidad, aunque podría haberla a través de convocatorias públicas de nuevas dramaturgias, por ejemplo.
JF: No se hace, pero si sucediera, si el CDN, por ejemplo, te abriera sus puertas, no dejaría de ser un reconocimiento de alguien, y eso no tiene una relación directa con el talento. Romper esa dinámica significa aceptar que el arte es un hecho fundamentalmente de libertad de expresión que está por encima de cualquier valoración artística de cualidad y cantidad. Y esto conllevaría abrir el campo más allá de ese canon que comentábamos. Y eso cambiaría, por ejemplo, la perspectiva de las ayudas, que tendrían que ser más generales. Debería haber ayudas a creación, no las hay, protección a los jóvenes que comienzan a escribir, a dirigir, tampoco existe. Hablaríamos, en definitiva, de cambiar el sistema.
EG: Propones una revolución. Volvemos a la utopía.
JF: En ese sentido, Ediciones Invasoras da pequeñas oportunidades, dentro de lo que es posible. Es un proyecto modesto que no mira si hay un nombre detrás o una gran trayectoria. No hay un juicio de valor comercial o estético referido al canon. Nuestra labor, como dije, es de abrir puertas y apoyar en este difícil camino que no debería ser un camino competitivo, solo de exploración.
EG: Quería saber cómo valoras tú los premios como herramienta de difusión de las dramaturgias contemporáneas.
JF: Hay que relativizar los premios. Si el jurado es honesto y el premio está bien diseñado, está bien, es una oportunidad más de conocer a una autora, un autor, una nueva obra. De hecho, Invasoras tiene un premio y su función es la del descubrimiento. Llegan muchos originales, un jurado los valora con el mayor cariño posible y de ahí no sale una ganadora y un finalista sino seis o siete obras merecedoras de ser publicadas. Pero el premio no puede ser un fin en sí mismo. El premio tiene que ser una herramienta para conocer una escritura, una forma de ver la realidad.
Lo que está ocurriendo en España es una acentuación de un problema ya presente en el mundo artístico: el egocentrismo y una forma de ver el arte competitiva. No se puede idolatrar los premios, no son el objetivo. En general no estoy muy a favor de los premios, aunque en Invasoras tengamos uno, pero lo importante es cómo estén diseñados.
EG: Te voy a plantear otro tema que me genera inquietud y creo que es interesante. Como profesora de Lengua y Literatura en secundaria y bachillerato soy consciente de que la dramaturgia contemporánea no llega a las aulas. Los temarios son muy amplios, reiterativos y están anticuados. Esa es una apreciación personal. Pero lo cierto es que las dramaturgias contemporáneas no llegan a las aulas, salvo que el profesor o la profesora que te toque tenga que ver con el mundo del teatro o sea dramaturgo, que somos unos cuantos los y las que nadamos en ambos ríos, y haga otras propuestas. Pero eso es algo puntual. Lo general es que no llegue. Y hay cierta rigidez en los temarios, pero también es verdad que, como esas nuevas dramaturgias no trascienden porque la edición teatral es minoritaria frente a los otros géneros, los y las docentes tampoco tienen acceso a estos nuevos textos. No llegamos a un público que a priori estaría sensibilizado.
JF: Todo está muy conectado. Podríamos explicar la literatura medieval a través de la performance, o la literatura romántica a partir de propuestas surrealistas, porque todo está conectado. Los temarios tienen que estar, pero hay que tener la facultad de saltárselos de la mejor manera posible, de la forma más didáctica y que sirva al alumnado para entender que no estamos hablando de algo muerto y que acabó sino de algo que echó raíces y está verde. El teatro político de hoy es heredero de Sófocles. No podemos disociar el pasado del presente. En Grecia iban al teatro para debatir las diferentes realidades que se ponían en escena y el público de hoy puede encontrarse con el mismo debate. Podemos aprovechar la historia del teatro para conectarlo con la dramaturgia contemporánea.
EG: Pero para eso hay que conocer esas nuevas dramaturgias. Tenemos que abrir ventanas para que se vea lo que se está escribiendo ahora, dar oportunidad a los y las docentes para que conozcan nuevos textos y las editoriales teatral que los están publicando y pueden resultar de enorme interés para sus clases y para acercar al alumnado contemporáneo al teatro.
JF: El teatro puede emplearse como recurso didáctico más allá de la clase de literatura. Se puede trabajar el medioambiente desde obras de teatro que nos coloquen ante esa problemática. La antología de La patria de los parias permite tratar la precariedad laboral, por ejemplo. En Invasoras se ha pretendido, como he dicho, que el teatro tenga una parte didáctica en el sentido de útil para comprender el mundo en el que vivimos, y ahí los docentes tenéis una herramienta que ayude en esa labor.
EG: Vuelvo un momento atrás porque has aportado una idea que me parece muy importante. Has dicho que el teatro es un espacio donde vamos a contrastar dos opiniones y a debatir. Hay una tendencia actual que parece buscar lo contrario, la imposición de una sola voz. Reclamar el debate, el diálogo, el contraste de tus propias ideas es intrínseco al teatro y promueve el pensamiento crítico.
JF: Si no creas diferentes puntos de vista no puede haber pensamiento crítico. Para entender algo tienes que situarte también una distancia determinada; esto ya está en la concepción teatral de Brecht. Pero hay una cosa con la que estoy obsesionado que es la empatía. La empatía significa entender incluso a aquel con quien no tienes nada que ver. Comprender el fascismo, la visión favorable al totalitarismo que empieza a calar, el desprecio a los derechos humanos, ponerte en su lugar para poder debatirlo y vencerlo es fundamental. Y el teatro tiene esa facultad. A través de los personajes, de la recreación, de la ficción obtenemos esa facultad mucho más que a través de la exposición política plana. Y es una posición más efectiva. Cuando te colocas en el lugar del otro, en el lugar de las personas que en Israel aplauden las masacres en Gaza y desmontas esas creencias, estás dando un paso enorme de lucha en contra de esas creencias, porque puedes trasmitir lo que sienten y puedes decir lo que son. Si no te colocas en el lugar del otro, el ataque es superficial, te colocas en el insulto y la superioridad moral y ahí se rompe la capacidad para la lucha. Al fascismo hay que vencerlo con la inteligencia, no con la fuerza. Y el teatro puede aportar mucho en esto. Puedes trabajar con el alumnado haciéndolo interpretar a alguien contrario o que viva una problemática alejada de él o ella, para que lo viva. Proponle interpretar a un inmigrante que sobrevive con la recogida de la fruta. Para interpretarlo tienen que empatizar con el personaje que les ha tocado, si no, no podrá hacerlo. Cuando empatiza con esa ficción, su mundo mental se resquebraja; es decir, los arquetipos sobre los que venía funcionando se resquebrajan. Y eso es el teatro, esa capacidad de mover a las personas para cambiarlas, pero no desde la convicción o la fuerza dialéctica sino de la estrategia de darle la vuelta a los asuntos, de ponernos en lugar de lo contrario, de lo que no creemos, es decir, de empatizar. Por eso hablo del teatro como un gran ejercicio de empatía.
EG: Julio, has expuesto temas de enorme interés sobre la dramaturgia contemporánea, las tendencias teatrales, la dualidad de los premios o el valor del teatro como herramienta didáctica y de transformación. Me gustaría que dieras cierre tú a esta conversación con algo que se haya quedado en el tintero y nos quieras trasmitir.
JF: Podríamos añadir el valor de la escritura como descubrimiento personal. Muchas veces se enfoca la literatura como un acto creativo que descubre capacidades, pero para mí no es un acto que descubre capacidades sino un acto creativo de descubrimiento de sensibilidad y de maduración. Escribir teatro es un acto que nos hace mejores personas y nos va a ayudar en nuestras otras profesiones. Escribir teatro es un ejercicio maravilloso que debería figurar en la vida cotidiana, porque escribiendo aprendemos a pensar. Escribiendo aprendemos a reestructurar el pensamiento, a ser personas equilibradas. Eso es lo que configura el deseo de que la literatura dramática siga existiendo, más que la creación de talentos y obras maestras. Ediciones Invasoras quiere recoger esa sensibilidad, esas voces frescas que nacen de la sensibilidad.
Ediciones Invasoras es una editorial eminentemente teatral centrada en la publicación de obras dramáticas contemporáneas de autores y autoras consagrados y nuevas voces. Puedes conocer la editorial a través de su pagina web: http://www.edicionesinvasoras.com/ |

