
EL HOMBRE QUE LEÍA
Tal vez a modo de respuesta de la afectuosa reseña que nos dedicó el gran crítico literario y escritor Juan Marqués Martín, con motivo de la presentación en Madrid de El Critiquín (Prames, 2005), va esta reseña inspirada en algunas citas de sus obras.
El hombre que leía
Ojalá consiguiese alguna vez en la vida escribir así si quiera de soslayo... ("Papá, ¿qué significa ojalá?").
Escribir así cuesta una vida, mejor dicho, millones de vidas... Las de los miles de escritores y personajes que dibujan los millones infinitos de páginas que han desfilado ante los ojos de Juan. Si le miras, aún, a pesar de los veinticinco años desde la última vez que los contemplé en directo, está ese chico tan tímido como interesante que tenía la capacidad maravillosa de quedarse leyendo entre clase y clase (y siendo feliz, o, al menos, transmitiendo contento). Podía permitirse el lujo modesto de que todo lo demás le diera lo mismo: las conversaciones banales, el humo de los cigarros (cuando se podía fumar) en esos pasillos del edificio Interfacultades. Mucho de aquello yo también me lo perdí. Es una época que no me gusta recordar, salvo por algunas clases magistrales y por ese detalle nada pequeño de ver a Juan Marqués Martín leer tan ajeno y tan contento (y no atreverme nunca a preguntarle qué leía...).
Ahora sí que hablamos; nos reencontró la literatura o, mejor dicho, un libro. "Todavía hay gente a la que le gusta más la literatura que los libros"... No sé qué decirte... Llegué a la filología por los libros y el teatro, sin ser esa gran lectora que idolatraba en ti. "Dios existe en alguien" que puede presumir (sin hacerlo jamás de los jamases) de contar con una casa-biblioteca repleta de tantos libros leídos.
No, definitivamente, no se puede ser Juan Marqués. No se puede escribir con ese estilo tan personal y tan lleno de modelos ("que no moldes"); no se puede ser tan admirador como admirado, tan narrador como silencioso. Solo se puede, afortunadamente, leer de modo conceptista (breve pero intenso) esos pequeños grandes regalos tan intrascendentes como relevantísimos del amigo, del querido amigo de hace veinticinco años, Juan, "el hombre que leía".
